El archipiélago cubano alberga más de 70 especies de ranas y sapos, siendo la gran mayoría endémicas. Esta biodiversidad está en riesgo, con un estimado del 80% de los anfibios amenazados en la isla. Entre ellas, la rana cubana Eleutherodactylus bartonsmithi, considerada en peligro crítico de extinción, sólo se encuentra en un rango de distribución sumamente restringido, limitado a los alrededores del Cañón del río Yumurí, en el oriente cubano. Poco se sabe sobre la biología, ecología y estado de conservación de esta especie.
Aunque esta especie se encuentra en áreas protegidas (Paisaje Protegido Maisí-Yumurí y Elemento Natural Destacado Cañón del Yumurí), las modificaciones de hábitat pueden representar una gran amenaza para su supervivencia. En octubre de 2016, el área se vio gravemente afectada por el huracán Matthew. Las acciones de reconstrucción posteriores afectaron mucho el paisaje, en particular con la construcción de una carretera de 4,5 km en la selva para conectar Baracoa y Sabana a través del Cañón de Yumurí. Los efectos de estas actividades antropogénicas sobre las poblaciones de especies aún se desconocen.
Para evaluar el estado de conservación de la especie y comprender mejor las consecuencias de las perturbaciones naturales y antropogénicas recientes, Mariam Curbelo Cruz, una joven investigadora cubana, realizó un proyecto de investigación en el campo. Licenciada en biología por la Universidad de La Habana, Mariam contó con el apoyo financiero de la Embajada de Francia en Cuba y el apoyo de la ONG Caribaea Initiative para continuar su formación académica en Dijon, Francia, donde cursó el programa de Maestría. Ecología del Comportamiento y Manejo de Vida Silvestre (BEWM). Su investigación sobre la rana cubana representa su proyecto final para obtener su maestría.
Durante este proyecto de investigación, trabajó en la implementación en el campo de un enfoque de paisaje sonoro, un innovador método de estudio no invasivo para caracterizar el hábitat y la dinámica de la población de la rana.
El monitoreo acústico se realizó durante los meses más húmedos de la región, cuando las especies forman coros audibles. Usando grabadoras, el paisaje sonoro se recopiló simultáneamente en seis áreas con diferentes niveles de perturbación antropogénica. Se calcularon índices acústicos complementarios para comparar la variabilidad del paisaje sonoro entre sitios, meses y horas del día, en relación con la presencia, abundancia y actividad de E. bartonsmithi. La configuración del paisaje sonoro se está analizando actualmente para evaluar los impactos de la modificación del hábitat en el comportamiento, la distribución y la abundancia de la población de E. bartonsmithi, y para comprender mejor el estado de conservación de la especie.
Mariam, que actualmente está terminando su proyecto, espera publicar los resultados de su investigación en los próximos meses en una revista científica.